Paula
LO HERMOSO DE DECIDIR
2018 Chile
Hogyan reagáltak mások az abortuszodra?
Soy una mujer de 23 años. El año pasado, a mis 22 años me embaracé, pasé por muchas emociones de altos y bajos, desde el momento que supe hasta el momento en el que le puse fin a este embarazo. Cuando me di cuenta que estaba embarazada me invadió el miedo, en un segundo imaginé todos los posibles escenarios de mi vida, como de un momento a otro mi proyecto de vida había cambiado, si es que claro, decidía seguir adelante con el embarazo, lo cual no fue mi primer pensamiento. Siempre amé mucho la idea de convertirme en mamá, la idea del embarazo, me parecía maravillosa, pensé muchas veces que sería el proceso más hermoso de mi vida e intenté mucho sentir todo esto, intenté mucho sentir afecto, empaparme de la idea de la maternidad, intenté mucho estar feliz, emocionada y el de verdad desearlo. Mi relación en ese momento era buena, buena porque tenía una relación estable con mi compañero, llevábamos 2 años y medio, vivíamos con mi mamá y teníamos proyectos de irnos a vivir solos. Dentro de la lógica que conocía, por supuesto que se podía, iba a ser difícil, pero podía seguir adelante con mi embarazo si eso era lo que decidía. Recuerdo que en este titubeo de decidir me resultaba muy difícil poder sentirme yo, pasé por un proceso de despersonalización importante, porque realmente una deja de ser una. Todas las mañana despertaba a vomitar, los mareos repentinos, el dolor de los pechos, los olores intensificados. Eso con respecto a lo físico, pero además el cargar con dudas, temores, exponerse a las críticas y juicios del resto. Cuando llegó el momento de la ecografía a la que fui con mi compañero, iba asustada, nerviosa, expectante sobre a mí misma. Entramos a la sala y vi en la pantalla algo que parecía un huevo pequeño, pensé que eso era el feto, pero era el saco embrionario, el feto que podía verse, era del tamaño de un arroz y se veía como un punto en el ecógrafo, un punto pequeño, que no se distinguía casi nada. Mientras observaba quedó en mute la voz del ginecólogo, que seguramente estaba entusiasta mostrando todo esto. Comencé a sentirme peor, mucho peor de lo que esperaba, no afloró ningún sentimiento de amor, de afecto, no proyecté nada bueno con este embarazo, me sentía menos yo que antes. Salí de la consulta llena de incertidumbre, con más temores, más dudas con respecto a mí y a lo que yo creía que era. Estábamos en un piso 12 y decidí bajar por las escaleras de emergencia para no ver tanta gente, y fue ahí, mientras bajaba que decidí abortar, con seguridad, con firmeza, ahí fue cuando empecé a recuperarme a mí misma. Mi aborto duró 1 hr en total, fue fugaz. Mi cuerpo sabio ayudó, las pastillas aún no se disolvían completamente bajo mi lengua y ya había empezado a sentir contracciones, me bajó la presión, sentí mucho frío y tuve que aguantarme mucho para no vomitar, practiqué la respiración consciente y en mis pensamientos, la sensación de estar haciendo lo correcto, la convicción, el amor de las mujeres que acompañaban físicamente y a la distancia. Entre llantos, vómitos, dolores y abrazos contenedores, comencé a sangrar, mi sonrisa se iluminó, cada vez volvía más a mí, a mi naturaleza, a mi esencia. Al terminar todo, dormí con mi compañera perruna, escuchando las conversas de mi mamá y mi mejor amiga. Recuerdo escuchar como mi mamá le decía “Esto no tiene que ver con estar de acuerdo o no, esto es porque ella es mi hija y aunque vaya a la cárcel por lo que sea, voy a estar ahí, hasta la muerte”. El aborto lo realicé a las 7 semanas. Desde mi aborto, ya ha pasado más de un año y cada vez que lo cuento, lo recuerdo en mi memoria, lo observo desde lejos, solo puedo pensar en lo afortunada que soy, no sólo por el poder haber decidido sobre mi cuerpo, es una sensación inexplicable, una muy pocas veces logra sentirse dueña totalmente de una y tomar acción con respecto a esto y creo que fue algo profundamente enriquecedor, me lleno de fortaleza, de aprendizaje y fomentó todo el amor que le tengo a mis hermanas, amigas, madres, todas las mujeres bacanas que me rodean. Sé que a veces cuesta dejar ir culpas, sensaciones indeseadas, momentos de indecisión, de sentirnos perdidas, pero creo que lo más necesario, es no perderse, no esperar confirmación ni aprobación de nadie, no temer a atreverse. Lo más lindo e importante, está después de atreverse. Gracias a todas las mujeres que me rodean, por ser ustedes, por darme la oportunidad de decidir sobre mí y ayudarme a sentirme MÍA.