Carolina

Ossza meg velünk történetét

Tenía 19 años. Estaba en una relación. Al mes de ponernos de novios me contó que era estéril, que no podía tener hijos. Le creí. No tuve en cuenta las enfermedades de transmisión sexual, fui irresponsable y dejamos de cuidarnos.
Dos meses después de ponernos de novios, después de hacerme pasar momentos horribles, la relación terminó. Era completamente tóxica y me llevó tiempo darme cuenta.
A todo esto, no me venía el período hace más de un mes. Fui siempre regular pero igual no lo tuve en cuenta porque en ese momento empezaba una nueva carrera y terminaba una relación, y pensé que eso podía estar afectándome. Mi mamá me preguntó si no podía estar embarazada y se lo negué a muerte. Me compró un test que también negué a hacérmelo. Le dije lo que me había dicho mi ex novio, que era estéril. No sé si me creyó pero no insistió más.
De todas formas, al otro día de que me compre el test, se cumplían justo dos meses sin que me venga la menstruación y decidí hacerme el test. Era un martes. Dio positivo. Estaba exactamente de ocho semanas.
No sabía que sentir, que hacer, nada. En ningún momento se me cruzó por la cabeza tenerlo. Yo no sentía un hijo adentro mio. No me sentía mamá. Ni siquiera sabía que queria hacer con mi vida, si me quería casar, si quería tener hijos. No estaba lista. Me sentía una nena.
Instantáneamente empecé a buscar en internet como abortar con misoprostol, le hablé a las socorristas y a miles de personas que vendían pastillas. Me di cuenta del negocio enorme que hay detrás del aborto. Que el aborto es una realidad, muy común, muy normal. Que las personas se aprovechan de la situación, te roban, te mienten. Habían pastillas con diferentes nombres, pastillas truchas, pastillas excesivamente caras. Recomendaban diferentes dosis, diferentes marcas. No sabía que estaba bien, que estaba mal. No sabía qué hacer. No sabía a quien contarle.
Le conté a mi ex que dijo que iba a ayudarme, aunque al principio pensó que le estaba mintiendo, o que le fui infiel.
Yo no tenía más de 1000 pesos, no podía pedirle plata a nadie. No podía contarle a nadie. Mi familia fue siempre ultra católica y estaban en contra del aborto. No me quiero imaginar (ni me imagino) que hubiera pasado si se hubieran enterado. Me hubieran obligado a tenerlo. Obvio. Y hubiera sido la vergüenza de la familia, la vergüenza de ellos. Solo pienso en la tortura que hubiera sido seguir con un embarazo que no quería, que no busqué, y que encima no paren de juzgarme. La doble moral de los llamados provida, de la gente religiosa.
Cuestión, a los dos días de enterarme del embarazo, el jueves, mi ex le habló a una chica que había sido su compañera de trabajo, y que había abortado. La mamá le había practicado el aborto con pastillas, habían conseguido la receta por una médica conocida. Se ofreció a ayudarme, pero no teníamos plata.
Tuve que vender mi celular, fingir que me lo habían robado. Me lo vendió mi ex. Conseguimos la plata justa. El sábado iba a abortar. Mientras tanto, fingía en mi casa que todo estaba bien, que no pasaba nada.
El sábado a la tarde, aborté. Les dije a mis papás que me iba a dormir a la casa de una amiga, a la única que le conté, y podía contarle. Desde su casa, me fui hasta la casa de la chica que me iba a ayudar con mi ex novio. Su mamá me práctico el aborto. Fueron muy amables y me trataron muy bien. Hasta me ofrecieron galletitas mientras estaba con las piernas arriba. Después siguieron contactandose conmigo.
Hubo un problema. Me duro muy poco el sangrado y ya para mis ocho semanas se suponía que tenía que durar más. La dosis que me aplicaron fue la misma que le aplicaron a la chica, pero ella estaba de seis semanas cuando abortó. Era distinto.
A la semana del aborto, tenía que ir a un hospital y fingir que estaba con dolores para que me hagan una ecografía. Tenía que ir sola, tenía que poner excusas para ir, mis papás no se podían enterar. Mi ex no me quiso acompañar, por casualidad le había surgido hacer algo. Fui sola. Estuve cinco horas esperando hasta que me hicieron la ecografía. El feto seguía adentro mio. Estaba muerto pero no lo había expulsado. Sentí alivio cuando me dijeron que mi bebé estaba muerto. Fingí que ni siquiera sabía que estaba embarazada. Fingí que me puse mal cuando me dijeron que no le latía más el corazón.
Después de eso, me atendió una médica que me dijo que espere unos días, a ver si había algún cambio. Que todavía el bebé era muy chiquito como para saber si le latía o no el corazón.
Respiré. Estaba muchísimo más aliviada pero de todas formas tenía que volver a ir al hospital. Mi ex dijo que iba a acompañarme, pero me dejó plantada cinco veces y a mi me daba terror ir sola. No me gustaba ese lugar, necesitaba ir con alguien, sentirme acompañada. Aunque sea con él.
Terminé yendo yo sola como dos semanas después. Porque no aguantaba más. Necesitaba que se terminara el problema Me atendió un médico muy amable, me dijo que no iban a haber cambios, que iba a expulsar al feto en algún momento, que me iba a durar mucho y que me iba a doler. Respiré otra vez. Salí del hospital en paz, aliviada, tranquila, llorando. Por primera vez desde que me había enterado, lloraba. Porque no había tenido tiempo ni de pensar, ni de ponerme mal. Ni de ponerme mal porque no me ponía mal abortar. Ni me sentia culpable.
Exactamente una semana después de ir al hospital, y un mes exacto del aborto, empecé a sangrar. El sangrado duro más de veinte días pero hubieron dos días que pensé que me iba a morir.
Una mañana, que por suerte estaba sola en mi casa, empecé a tener dolores horribles, contracciones. En ningún momento paraban. Me acuerdo de estar tirada en el piso del baño, desnuda, sangrando, llorando. No podía dormir, no podía parar de llorar, no podía hacer nada.
Justo ese mismo día, se estaba discutiendo la despenalización del aborto en Argentina, se había aprobado la media sanción en diputados y todo era un revuelo. En mi casa todos hablaban en contra del aborto, sin saber que una de sus hijas había abortado. Decían que abortar era un asesinato. Mis amigas también. Se colgaban los pañuelos celestes. Todo el mundo tenía una opinión, podían decir que estaba bien y que estaba mal, juzgaban, se peleaban. Y todos se alejaban completamente del problema. Como si eso solo le pasara a los demás y no a tu hija, a tu hermana, a tu amiga, a tu sobrina, a tu nieta. Y también estaba la gente que estaba a favor, desgraciadamente no era tanta la que estaba a mi alrededor pero sentí siempre su apoyo que me ayudó.
Nunca dejé que el entorno me afectara. Siempre estuve muy segura de mi decisión. Y no me arrepiento. Creo que me hizo más fuerte, más segura de mi misma, más empoderada, más libre. La opinión que creen tener sobre algo tan íntimo y personal (aún así sea la opinión de mi papá) no me iba a afectar ni me iba a obligar a gestar. Porque es MI cuerpo, MI vida y MI decisión.
Yo aborté, y estoy bien.

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