Hay decisiones en la vida que deben tomarse en el momento preciso. Y eso fue lo que hice.
Con el apoyo de mi pareja y sus cuidados me practiqué el aborto una noche con pastillas siguiendo las instrucciones que me envió por correo electrónico una persona que contacté en Guatemala.
El proceso fue doloroso pero no tanto como dar a luz, creo que lo más molesto fue sentirme enferma con nauseas y diarrea.
Y a pesar que estaba segura de lo que quería hacer y por qué lo hacía, era imposible no sentir culpa por ello, debido a la tan enraizada religión que siempre se vivió en mi familia.
Pero luego de sufrir esa noche, con el sol volvió mi paz, mi felicidad y mis ganas de retomar el ritmo de mi vida y ser feliz.
Ninguna mujer debería tener un embarazo que no desea, ninguna mujer debería morir en el proceso. Por eso hoy alzo mi voz y me uno a las de ustedes.
Hermanas todas, unidas por sangre. Mujeres.